A veces cuando uno piensa en una cosa perfecta piensa en un huevo. ¿No os ha pasado?
El huevo es un contenedor natural sorprendente: resiste una fuerza de compresión o de choque muy alta para la densidad de la cáscara; rueda; es impermeable; conserva un alimento riquísimo durante un tiempo; permite engendrar la vida y alimentar al embrión del nuevo pollo hasta que éste rompe la envoltura y se convierte en una vida diferente… Cada día cuando voy al gallinero a recoger los huevos de la jornada me sorprendo de verlos y de tocarlos, de sostenerlos en las manos.
¿Y sabéis qué? todos son diferentes. Unos son un poco más pequeños, otros más grandes, más esféricos u ovalados, color blanco roto, amarillentos, pecosos, lisos, con marcas… creo que puedo identificar sin demasiadas dudas la gallina que me ha obsequiado con cada uno de los huevos que después disfrutaré en la mesa. O los empollará una clueca en una época del año, si tengo suerte.
Hoy os hemos compartido una imagen de algunos de ellos para que podáis gozar vosotros también y penséis que a menudo vemos iguales las cosas y las personas que no hemos mirado con suficiente atención, que hemos categorizado a la primera casi sin querer.