Nevera

Publicat a / Publicado en Abrazos

Abro la nevera de tu casa y la veo limpia, con el vidrio de las estanterías bien transparente donde reposan algunas aguas con gas, piedras heladas, un brik de leche, un queso, zanahorias, hierbas para a hacer verdura al vapor, media docena de huevos y un par de tápers que han viajado y por tanto están allí perentoriamente y, por fin, la mermelada y la mantequilla que compartimos para desayunar.

Nada que me inspire a cocinar, a probar los principios de la alquimia. Aparte de lo ya cocinado, no hay más pistas.

Tengo que concluir que soy de pueblo y que estoy acostumbrada a tener huerto y despensa y entre los dos tener autonomía de días y puede que semanas sin tener que ir a “hacer la compra”; a tener comida conservada de diversas maneras, entre las que el frío sólo es una, que se pueden combinar y trabajar de diferentes formas cada vez.

Con esta abundancia, cuando pienso en hacer la comida me surgen mil ideas, una tras otra, una sobre la otra más básica, una para acompañar a la otra… un continuo que entra por todos los sentidos. Y esta multitud de ingredientes estimulantes no la tengo con tu nevera abierta. Claro que tienes la alternativa de ir al súper mucho más a mano, y esto lo tendría que compensar.

No sé cuál es la mejor manera de gestionar el consumo adecuado en este mundo moderno. Seguramente la compra de mínimos es la más eficiente aunque yo no me acostumbro y cuando miro tu nevera, Arbe mío, veo más agujeros que platos, como si la estancia fuese ligera, temporal, a punto de agotarse.