Hace un mes del primer viaje y volvemos a Montmalús a ver a K. Sus hermanos ya tenían casa y sólo la pequeña estaba con mamá K. Cuando hemos llegado a la cabaña ha salido a ladrar. Una nube ha atravesado su pensamiento y sus ojos lo han dicho: sabe que venimos a buscar a la pequeña y se pone delante de ella, que busca esconderse en el corral.
Nil prueba de convencerla dándole pienso para que salgan, pero K quiere evitarlo. Cuando Adelina la ha cogido en brazos K estira del cachorro con mucho cuidado por la pata trasera para intentar que vuelva a dejarla en el suelo. He hablado con ella para decirle que la cuidaría tanto como supiera y que procuraría que estuviese siempre contenta y fuese valiente.
Ha subido al asiento de atrás del Pingus con Joan, que la ha llevado abrazada hasta casa y allí la hemos descargado.
Tenía miedo de que llorara durante la noche y le he puesto un sitio junto a la cama. Se ha dormido pronto, supongo que el día había sido muy cansado para ella. Por la mañana, al clarear, ha lloriqueado y la he cogido para darle unos mimos. Se ha calmado pronto y parece gustarle mucho que le hagan fiestas y despertarse entre cariños.
Así un día y otro, corriendo por casa y por el campo, persiguiendo gatos, comiendo bien, durmiendo plácidamente y despertándose con muchas ganas de ser mimada. Todavía no tenía nombre, no sé, no sé. Es una responsabilidad muy grande ponerle nombre a una vida. “Pero se tiene que acostumbrar a su nombre”, me decía Adelina. Le probé algunos, pero no eran para ella.
Un día le dije a mi hermana: se llamará Bruixa. No pareció gustar, sonaba incluso despectivo: “es tu perra”, me decían. A partir de entonces todos hicieron su teoría de por qué se llamaba Bruixa: porque Avellanet es el pueblo de la brujas; por los conocimientos y dotes de todas las mujeres de la comarca; por lo trapacera que era… y no, es más sencillo. Cuando llegaba parecía talmente un diente de león que pudieses soplar y saliese en dirección al aire para cumplir los deseos que se pidieran, como los vilanos de la achicoria. Por eso se llama Bruixa: porque viene para cumplir muchos deseos, los suyos los primeros.
Ahora la llamo Uixa normalmente y, normalmente, se da por enterada. También os puedo decir que no sé si es mi perra, pero sí que vive en casa y que forma parte de mi mundo haciéndolo más suave y más brillante.