No solemos darle mayor importancia a nuestro esqueleto. De hecho, parece que un esqueleto sea más cosa de muerto que de vivo. Somos mucho más conscientes de los músculos: de la tableta de abdominales, de los bíceps endurecidos, de los dorsales marcados; o de la piel, suave o bronceada o brillante. Es el reflejo de esta sociedad nuestra que se queda en la superficie, en lo que se ve; que rehúye la curiosidad y el esfuerzo de ir más allá de lo meramente visible, de llegar a la base, al hueso.
Y, sin embargo, el esqueleto en una persona viva y por tanto móvil es una parte absolutamente fundamental. El buen uso de la estructura ósea y de su postura natural nos evitaría miles de horas de dolor muscular. El problema es que compensamos con los músculos las malas posturas a las que nos obliga la vida actual: muchas horas sentados, sofás blandos, ojos fijos en pantallas a pocos centímetros, etc etc. El cuerpo humano está pensado para estar en movimiento, andando, corriendo; para mirar lejos y cerca cambiando el foco a menudo; y no para permanecer quieto y rígido en una postura antinatural que el esqueleto no soporta y por tanto machaca los músculos.
Cuando vamos por el campo y nos encontramos con estas paredes de piedra que se levantaron hace años y años para limitar los caminos o construir una cabaña, no puedo dejar de acordarme de nuestro esqueleto. Son paredes sin más aditamento, sin ningún músculo de hormigón. Pero están tan bien hechas que aguantan muchos más años que construcciones más modernas que actualmente consideraríamos mucho más sólidas. Nos volvemos a quedar en la superficie y no vemos lo fundamental de estas paredes: que al igual que nuestro esqueleto juegan con la posición y la gravedad para conseguir un equilibrio inigualable con la máxima eficacia. Esto sí es economía y robustez y entendimiento del medio.
Siempre me sorprende cómo una sociedad tan avanzada como la nuestra ha perdido de vista lo más básico, se ha alejado sobremanera de lo que nos es más natural y propio. Cómo hemos olvidado usar bien nuestro esqueleto o la facilidad para construir una simple pared de piedra, cuando son los huesos y las piedras los que perviven y duran más que cualquier otra complicación muscular o arquitectónica moderna.