En su libro “Autoconciencia a través del movimiento” (Awareness through movement en su título original), Moshé Feldenkrais escribió:
“Toda persona tiene dos mundos: uno propio y el externo común a todos nosotros. En mi mundo personal, el universo y todos los seres vivos existen sólo durante el tiempo que yo vivo; mi mundo nace conmigo y muere y desaparece conmigo. En el gran mundo que todos compartimos yo no soy más que una gota de agua en el océano o un grano de arena en el desierto. Mi vida y mi muerte no afectan al gran mundo para nada.”
El hombre es el único animal autoconsciente, esto es, consciente de serlo. Millones de años de evolución han convertido nuestro cerebro en una máquina que no sólo controla los procesos y movimientos inconscientes que mantienen al cuerpo con vida (respiración, torrente sanguíneo, etc.), y que son comunes al resto de animales en mayor o menor medida, sino que también es capaz de pensarse a sí mismo y por tanto decidir llevar a cabo o no infinidad de acciones: la autoconciencia separa lo suficiente el impulso de la acción como para ser capaces de inhibirla, descartarla o dejarla para más tarde.
“Autoconciencia es conciencia más comprensión de lo que está pasando en nuestro interior mientras estamos conscientes.”
Activar la autoconciencia y extenderla a todos los ámbitos de la vida humana es el objetivo del método que lleva su nombre (método Feldenkrais), y que utiliza el movimiento como herramienta para expandir esta autoconciencia que por lo general tenemos adormecida.
“En las escuelas esotéricas de pensamiento se cuenta una parábola tibetana. Según esta historia, un hombre sin autoconciencia es como un carruaje cuyos pasajeros son los deseos, con los músculos por caballos, mientras el carruaje mismo es el esqueleto. La autoconciencia es el cochero dormido. Mientras el cochero permanezca dormido el carruaje será llevado a la deriva aquí y allá. Cada pasajero busca un destino diferente y los caballos siguen caminos diferentes. Pero cuando el cochero está bien despierto y sostiene las riendas los caballos empujarán el carruaje y llevarán a cada pasajero al destino correcto. En esos momentos en que la autoconciencia consigue el objetivo de ser uno con los sentimientos, sentidos, movimientos y pensamientos, el carruaje irá a toda velocidad por la carretera adecuada. El hombre puede entonces hacer descubrimientos, inventar, crear, innovar, y “saber”. Entonces se da cuenta de que su pequeño mundo y el gran mundo que tiene alrededor son uno y que en esa unidad ya no estará solo nunca más.”