Para un estudiante de Feldenkrais es un reto enfrentarse a las preguntas: ¿qué es eso? ¿por qué te ha dado por hacerlo? Y son posiblemente las preguntas más frecuentes que te hace tu familia, los amigos, en general las personas que uno tiene más cerca y con las que quisiera explicarse mejor y hacerse entender.
Pero no es fácil explicar de forma sencilla qué es el Feldenkrais y por qué me ha enganchado a mí. La teoría dice que, de forma muy resumida, es una técnica que permite mejorar la calidad de los movimientos. Estamos continuamente moviéndonos, cada acción del ser humano implica un movimiento. Tanto las conscientes – servirse un vaso de agua – como las inconscientes – beberlo y asimilarlo. Y esta mejoría se consigue a través de la autoconciencia, de tomar partido directo de nuestra forma de ejecutar los movimientos para hacerlos más simples, más naturales, más eficientes.
Todo esto está muy bien, es una bonita teoría, pero normalmente no es suficiente para que tu madre, tu hermana o tu novio entiendan por qué te pasas horas en el suelo haciendo movimientos extraños. ¿Qué es lo que has visto ahí que te ha llamado? Para mí hay una serie de características del aprendizaje del Feldenkrais que me son sumamente atractivas, y no sólo para esta técnica si no para aplicar en la vida:
• Aprender paso a paso. No hay dos personas que aprendan igual: unas irán más rápido y otras más despacio, pero si se sigue la base de hacer poco, poco a poco y de forma continuada, se obtienen resultados sorprendentes.
• Tener paciencia con uno mismo. No se puede querer todo ya: si se quiere todo habrá que esperar el tiempo que haga falta, es más: el que te haga falta a ti.
• Estar abierto al aprendizaje. Saber pasar por el periodo de confusión que toda sabiduría o toda experiencia comporta. “La confusión es un gran estado para el aprendizaje”. Esta frase de nuestra directora formativa, Mara, me acompaña desde que la oí. Para mí siempre había sido lo contrario: la confusión me causaba ansiedad, nervios, impaciencia.
• Estar cómodo para aprender mejor. Si sientes dolor, no aprenderás más: haz menos esfuerzo y presta más atención; encuentra placer en lo que estés haciendo; descansa cuando lo necesites, no cuando alguien más te lo diga. Escúchate. Cambia el esfuerzo por la atención y aprenderás más, mejor y más rápido. Aprendemos a través de las diferencias, de que el cerebro las detecte, no a través del esfuerzo.
• Buscar siempre un mínimo de tres opciones para realizar una acción. Crea tu libertad: una opción es una imposición; dos opciones es un cara o cruz; sólo a partir de tres opciones puedes decir que eres libre de escoger.
• Compartir las experiencias propias. Uno de los puntos más sorprendentes del Feldenkrais es darse cuenta de cómo cambia la percepción, de cómo se amplía, cuando se habla con los demás, cuando se escucha a los demás, cuando los demás te cuentan cómo te ven a ti. Cada combinación de percepciones enriquece y modula la impresión personal.
Si esto no convence a quien me escucha pues definitivamente el Feldenkrais no es para esa persona; pero si le resuena de la forma que me lo hace a mí, le invito sin duda a que lo pruebe. Mejorando la autoconciencia a través del movimiento no solo se hace este más fluido: es la llave para conocerse mejor y propiciar los cambios que uno esté deseando hacer con su vida.