De chaval leí una novela de guerra que tenía mi padre en la estantería de los libros para mayores que se titulaba “Eran diez”. Ya no recuerdo la trama, pero sí que trataba de diez comandos infiltrados en las líneas enemigas para llevar a cabo alguna misión. Al principio eran diez, pero iban cayendo durante la novela hasta quedar muchos menos, no me acuerdo cuántos. El nombre en clave era comando “Patos Salvajes”, al menos así lo recuerdo yo, quizá la memoria me falla, pero es igual. Hace unos días me acordé de este nombre y de esta novela, enterrada muy hondo en mis recuerdos de juventud.
Aquel día volvimos a casa un poco más tarde de lo normal, con lo que en el momento de recoger a los animales ya no había luz. Por lo general las gallinas y los gallos se encierran solos al caer la noche, pero para nuestra sorpresa en el gallinero faltaban los dos patos adoptados que desde hacía unas semanas compartían casa con nuestros ponedores. Habían llegado por casualidad, como suelen llegar las cosas sobre las que luego se acaba escribiendo. Alguien los encontró por la calle perdidos y nos los trajo esperando que en casa tuvieran una oportunidad. Como en la novela, al principio eran tres, pero muy pronto uno cayó y quedaron dos.
Así que ahí estamos sacando nuestras linternas y buscando a los dos patos en la noche oscura del Pirineo. Los encontramos juntitos y pegados a la pared del fondo, posiblemente confundidos y desorientados: los patos no somos gallinas, venían a decir con su cara a la cara que nosotros les poníamos. Cuando intentamos llevarlos andando hacia el gallinero, con la vieja técnica de aplaudir sus pasos en la dirección de la puerta, la cosa se complicó y empezaron a correr sin orden ni concierto con nosotros detrás aplaudiéndoles con cada vez menos esperanza de que aquello terminara pronto.
Por fin hubo que optar por no aplaudir y pasar directamente a agarrarles para llevarlos en brazos a su casa. Costó un poco, pero al final se consiguió. Cuando apagamos la luz y salíamos del gallinero me vino el flash de la novela, aunque para nuestra misión hubiera sido más exacto haberse llamado comando “Patos Domésticos”.
A partir de aquel día nuestros dos patos se encerraron ellos solos junto a las gallinas, parece que algo aprendieron. No hay nada como una mala experiencia para cambiar de hábitos. Incluso si eres pato.