Pérdida

Publicat a / Publicado en Abrazos

Escribir sobre la pérdida no es fácil. A quien escribe siempre le vuelve a la cabeza el proceso de alejamiento, de añoranza, de duelo, que ha tenido y aún tiene en algún pliegue menos visible, menos aparente pero igualmente presente, transformado, dulcificado, alisado como las piedras del río; al que lee, como poco, le resultan argumentos demasiado recurrentes y, si llega a tocarle la emoción, le coloca también en aquel momento triste.

No estamos educados para dejar ir, para dejar de tener, para convivir con la incertidumbre, la frustración o la tristeza, y todo esto forma parte de la pérdida.

Yo os puedo decir que la pérdida es un sustrato en mis emociones: siempre está ahí y de pronto saca la cabeza y me mira directamente a los ojos. Cuando lo hace no puedo evitar que todos estos sentimientos se tornen muy vivos, y a menudo no puedo contener las lágrimas. También forma parte de mi construcción como persona: no quiero renunciar a ella, aunque no sea placentera.

Las he vivido desde bien pronto: en una casa de campo con animales son muy evidentes el nacimiento, la madurez, la muerte. Formas parte de toda la música que mueve el mundo sin rechinar. Después aprendí qué me pasaba si lo que llegaba o marchaba eran persones muy cercanas y hasta el contrasentido de saber que retenerlas conmigo de cualquier manera, física o emocional, no era lo que querían.

Sólo hay una cosa que me moleste de estos momentos y es cuando hay un deje de culpa. Esta sí que es amarga, a menudo injustificada e hiriente. No nos la merecemos y el gran aprendizaje es poder repasar toda nuestra historia sin que nos sintamos señalados por su dedo.

Hemos de disfrutar la vida, darle gracias y esto, para mí, implica aprovecharla en todos los sentidos. Como he visto hacer desde siempre a toda la naturaleza que nos rodea: nacer, crecer, jugar, dejar semillas, retroceder y refundirse con el todo para volver a comenzar.