Edgar Allan Poe es quizá mi escritor favorito. Me acuerdo de que la primera vez que vi esta estatua suya, con esa mano izquierda algo levantada y el dedo índice sobresaliendo del resto, lo que me vino a la cabeza es que el escritor nos pedía prestar atención antes de seguir adelante con cualquier cosa que queramos hacer.
Nuestra sociedad ha primado el esfuerzo sobre otros valores también válidos para conseguir algo, como la atención. El problema es que el esfuerzo continuado embota la atención, y por tanto ambos son, en gran medida, incompatibles. Esto provoca que nos movamos en un mundo esforzado, de continuas repeticiones – escríbelo cien veces, haz cien flexiones, vuelve a estudiarlo hasta que lo aprendas – pero con un gran déficit de atención, de cuidado. Un mundo de esfuerzo descuidado.
Como vivimos instalados en este modelo desde niños no nos damos cuenta de las consecuencias, y de mayor ya es muy difícil cambiar. Vete tú a decirle ahora a tu padre, a tu profesor, a tu entrenador, a tu jefe, que el esfuerzo está sobrevalorado, que es la base de casi todos los dolores y de muchas enfermedades – le puedes llamar estrés si te gusta más -, y que nos iría mejor si le hiciéramos caso a Poe y prestáramos algo más de atención, aunque para ello tuviéramos que esforzarnos un poco menos.
Esta es una de las cosas que más me gusta de la práctica del Feldenkrais: el método pone el foco en una forma de aprendizaje totalmente diferente a la que estamos acostumbrados, invitándote a reconocer cuándo estás realizando un esfuerzo extra para ir hacia atrás y buscar una alternativa. La alternativa se encuentra escuchándose a uno mismo, prestándose atención hasta dar con ella y entonces continuar. Para explicarlo gráficamente, no se le pide al alumno que haga diez abdominales, sino que encuentre la forma de hacer uno lo mejor posible, lo más eficientemente posible, con el menor esfuerzo posible. Porque cuando se encuentra esta forma entonces se pueden hacer cien con mucho menos gasto de energía.
¡Cuánto más fácil sería todo si aprendiéramos a sustituir al menos una parte del esfuerzo que hacemos cada día por poner atención en cómo lo hacemos! Es otra forma de aprender, distinta, más eficiente, más sana y más divertida.