Cada vez que veo a Uixa y Foc juntos no puedo evitar pensar en esas películas de colegas – normalmente policías, pero funciona igual de bien con otras profesiones – en las que los dos no pueden ser más diferentes pero la mezcla sale bien y uno más uno es más que dos. De hecho, llega un momento en que no es posible concebir al uno sin el otro, como si fuesen un matrimonio feliz. Es curioso cómo se da esta circunstancia a partir del más puro azar: la historia de cada uno no hacía prever que se fuesen a encontrar nunca ni aquí. Pero aquí están.
Y no puede ser simplemente el contraste, ha de ser algo más. Algo químico, probablemente, y lo digo en el más puro sentido de la palabra: entre ellos hay algún tipo de relación osmótica que les hace buscarse, seguirse, mordisquearse, explorar juntos el bosque, colocarse a gusto para dormir…
También es curioso observar cómo la una dulcifica el carácter del otro mientras que el otro aviva el de la una. Uixa es mimosa y tranquila, pero a Foc le marca de cerca e intenta seguirle el ritmo cuando corren y juegan; Foc es gruñón y nervioso, pero con Uixa es cariñoso siempre y cuando está con ella se le ve relajado y feliz.
Ambos se buscan y se dan por supuestos. Juntos son mejores que por separado y se diría que lo saben. Han tenido suerte el uno con el otro, saben aprovecharla y, estoy seguro, la valoran. ¡Larga vida, amigos!